viernes, 22 de agosto de 2008

Argentina Ciudadana en Rosario


El 13 de agosto,en la Fundación Libertad, se presentó Argentina ciudadana. Con textos bíblicos. Acompañó al autor, en la presentación, el Rab Daniel Dolinsky, y el periodista Marcelo Fernández.
“La Argentina del porvenir es la que está siempre por-venir, como un proyecto de aquella promesa que los padres de la patria y los abuelos inmigrantes nos legaron para que nosotros cumpliéramos sus sueños. El solo hecho de habitar el territorio argentino nos confiere la suma de los derechos legales que otorga la Constitución Nacional. Derechos que con gusto tomamos, pero que, en el ejercicio de la espiritualidad cívica, también implican cumplimiento de normas y obligaciones que muchas veces no respetamos. Sobre las garantías de la Constitución es que se propone en este libro una consolidación del espíritu cívico de los argentinos para que, mediante la participación de todos, podamos afianzar la democracia, las instituciones republicanas y, al mismo tiempo, construir la Nación que aún nos debemos”, expresó el Rab Sergio Bergman.

En diálogo con LaCapital planteó que los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner son una "autocracia", y responsabilizó por la actual situación institucional tanto a gobernantes —principalmente— como a los argentinos, de quienes dice, incluyéndose: "Al Preámbulo (de la Constitución) lo repetimos como loros, porque nosotros a instrucción cívica la tenemos aplazada".

—¿Cómo relaciona la Biblia con la Constitución?
—El libro plantea relatos de la Biblia para ciudadanos, es decir un recorrido de la tipología bíblica en sus relatos como un modelo que ilumine e inspire la construcción cívica, haciendo una analogía de dos textos: uno que ya fue consagrado, y el otro que está pendiente de consagración (la Constitución), texto fundante de la República pero que no tiene aún la construcción cultural y espiritual alrededor de él como para que la Nación esté consagrada por su ciudadanos.

—¿Qué actitud ve en los argentinos ante la Constitución?
—Nos encontramos en un status de ser habitantes del territorio y tenemos dos potencias: degradarnos en clientes, y ser tomados por una política y estructura partidaria que te sumerja de habitante en cliente; o bien elevarte de habitante en ciudadano, que es ponerle el alma a la tierra y darle el fruto que te permite justamente el espíritu cívico que hay en la Constitución en lo sagrado que propone. Y eso no lo hace la política de nuestros representantes sino que la política de los ciudadanos, porque siempre estamos expectantes de ver qué hacen ellos, los que elegimos, y pocas veces dispuestos a revisar lo que no hacemos los ciudadanos.

—¿Biblia y Constitución tienen las mismas condiciones de guía?
—La situación en que nos encontramos hoy es una Argentina con toda su potencia malograda, sobre todo con la crisis de últimos meses. Pero todo lo que está mal en lo político, lo social y lo económico se debe a que estamos enfermos en los valores. Tenemos un problema cultural. La cultura de lo privado es sumamente eficiente, potente y se realiza, pero lo público está abandonado, entregado. El texto bíblico y el constitucional no son comparables, pero cuando el lector busca una inspiración para darle sentido a su vida tiene un común denominador.

—¿Por mandato o convicción?
—La Constitución, como artefacto, es perfectible, totalmente cuestionable, pero el Preámbulo es un documento que puede ser consagrado cuando uno lo lee como un contrato en valores. Por supuesto que el Preámbulo lo repetimos como loros, porque la instrucción cívica, que es una materia del secundario, nosotros la tenemos aplazada; por lo menos en los trabajos prácticos, seguro. Hay aspectos de lo fundacional que trae la Constitución que es como los diez mandamientos, pero son mandamientos en derechos y obligaciones.

—¿Cómo ve la constitución de "ciudadanía" en el transcurso de los últimos 25 años?
—Que estamos mal pero vamos bien, 25 años de democracia, que es un logro de todos, nos costó sangre, más de una generación, violencia, muerte, terror. Logramos 25 años de práctica ininterrumpida democrática, y es muy bueno, pero la Constitución como proyecto trascendente, que es democracia para elegir y república para gobernar, sólo tenemos democracia pero no república. Esa república formal que tenemos no es la de la Constitución.

—No ve la división de poderes.
—Hoy no estamos todos iguales ante la ley porque no hay independencia de poderes. Ahora, como una gracia divina, casi celestial, nos han otorgado que el Parlamento parle, y estamos todos entusiasmados de que va a deliberar, pero eso no es una concesión, lo dice la ley. Tenemos un Poder Judicial totalmente intervenido políticamente por el Consejo de la Magistratura. Y tenés una autocracia ejecutiva donde todo está subsumido a la concentración inaudita en la historia de los gobiernos democráticos y civiles. Queremos democracia y república.

—¿Además de los funcionarios no hay otros sectores responsables?
—¡Sí! Los máximos responsales somos los ciudadanos. Es lo que yo llamo la hipocresía cívica: plantear de manera expiatoria, vamos a pasarnos la vida hablando de ellos (los gobernantes), pero cuando le pedís a alguien que se comprometa con algo en nombre de todos te dice "no es para mí, yo no voy a perder mi prestigio personal, ni mi esfuerzo, ni mi tiempo salvo que sea un atajo para lograr más", es decir que aplica la lógica privada a lo público: qué me puedo llevar, qué voy a ganar; y no qué voy a ofrendar, a dar.

—¿Cree que eso cambiará?
—Creo como la generación del desierto: no es para nosotros, hay que hacer un montón de trabajo hoy para que quizás nuestros hijos, otra generación pueda entrar a esa Tierra Prometida donde el ciudadano emancipado se hace cargo de la realidad: ni hace la plancha mirando lo que le hacen, asume que las cosa le pasan a él porque la Argentina está en él, no fuera de él, y que tiene la dignidad y la ética, además de la estética, de reaccionar temprano y bien en vez de tarde y mal, no sólo por los intereses y por lo único sagrado que supimos resguardar que es el bolsillo, sino también por las intituciones, los valores y la trascendencia, que es lo que hicieron nuestros próceres y nuestros abuelos inmigrantes.

—¿Cuál puede ser la contribución de las religiones?
—Esto es como una transferencia de know how. Las religiones, bien o mal, como instituciones, tenemos un know how, que es cómo hacemos para inspirar a nuestros miembros a que tengan una fidelidad y una trascendencia en la cultura y los valores que proponemos. Nos está faltando una religión cívica, de una mística de país. Un país sin utopía no es país, es territorio compartido, no tenés posibilidad de pactar ni proyecto.

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