jueves, 28 de agosto de 2008
miércoles, 27 de agosto de 2008
Argentina Ciudadana en Santiago del Estero
A sala llena, el rabino Sergio Bergman presentó su libro “Argentina ciudadana: con textos bíblicos”. La nueva obra, prologada por el Cardenal Primado y Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Jorge Mario Bergoglio, es una alegoría del deber-ser ciudadano basada en una lectura contextualizada del Antiguo Testamento.
Como parte del ciclo “Argentina y el mundo”, el rabino Sergio Bergman presentó su libro “Argentina ciudadana: con textos bíblicos”. El mismo tuvo lugar en el Salón Azul del Hotel Carlos V, y contó con el apoyo de la Fundación Cultural Santiago del Estero y de la Fundación Hamburgo.
Fue tanta la concurrencia de público interesado en conocer ésta nueva propuesta, que se tuvo que habilitar un salón anexo y una pantalla gigante, para que la gente pudiera seguir la exposición del rabino.
viernes, 22 de agosto de 2008
Argentina Ciudadana en Mendoza
El rabino Sergio Bergman presentó su libro en una parroquia de Mendoza
Se trata de “Argentina Ciudadana” y la presentación, con entrada libre y gratuita, tuvo lugar en la Parroquia de Santiago Apóstol y San Nicolás de Tolentino ayer martes. El libro ofrece, a partir de una lectura contextualizada de los textos sagrados, una alegoría del deber-ser ciudadano.
El rabino Sergio Bergman presentó ayer “Argentina Ciudadana”, su último libro, en la Parroquia de Santiago Apóstol y San Nicolás de Tolentino con entrada libre y gratuita. Asistieron miembros de la comunidad católica y judía, así como público en general.
Un párroco fue el encargado de dar la bienvenida a los presentes mientras que la introducción estuvo a cargo de Jorge Sutovsky, Director Ejecutivo de la Fundación Coppla.
El libro, prologado por el Cardenal Primado y Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Jorge Mario Bergoglio, es una alegoría del deber-ser ciudadano basada en una lectura contextualizada del Antiguo Testamento.
La obra está compuesta por cinco capítulos: Génesis (Bereshit), Éxodo (Shemot), Levítico (Vaikrá), Números (Bamidbar) y Deuteronomio (Devarim) y un epílogo: "La Argentina ciudadana: del paraíso perdido a la tierra prometida".
Según Bergman, “el libro es la presentación concreta de algo que está por suceder, un desafío espiritual en la medida en que no sólo lo leemos sino que creemos en él”.
A partir de la premisa, “el problema no es teológico, la respuesta no viene del texto sino en la hermeneútica del contexto”, Bergman establece una analogía entre las Sagradas Escrituras y la constitución nacional.
El quid, sostiene el autor, es que la constitución “aún no fue consagrada por todos nosotros como familia de ciudadanos”, y si bien aclara que “no es sagrada ni es la palabra de Dios", asegura que "es el intento de los hombres que hicieron la Nación, de forjar la civilización y no la barbarie, de tener un orden institucional donde pasamos por la ley para estar todos igualados”.
Desde esta perspectiva, el desafío que se presenta para los argentinos es el de “desplegarnos en los valores trascendentes del Ser Nacional”.
El concepto de “hipocresía cívica” es otro de los que aparecen en el libro de quien se ha consolidado como un referente religioso y social en el ámbito de la política cívica. “Uno no es ciudadano solamente en el uso electoral de un voto” sino asumiendo la “responsabilidad” que a cada “representado” le toca, destacó Bergman.
"Tenemos que hacernos cargos de nuestras obligaciones y no solamente de nuestros derechos", afirmó el rabino y añadió: "Para escapar al ejercicio formal de ser ciudadanos cada dos años hay que cogestionar, participar, auditar, controlar y asumir un lugar real y protagónico".
"Ser ciudadanos por elección implica asumir aquella porción de compromiso que cada uno de nuestros contextos nos permite, dejar de lamentarnos y proponer, para hacernos cargo de la Argentina que somos". Este es un "desafío espiritual", finalizó Bergman.
Argentina Ciudadana en Paraná
El jueves 14 de agosto, el Museo Histórico de Entre Ríos Martiniano Leguizamón fue la sede de la presentación de Argentina ciudadana con textos bíblicos. La obra, con prólogo del cardenal Jorge Bergoglio, es el segundo libro publicado por Rab. Bergman luego del Manifiesto cívico argentino. Pero en realidad –tal como aclaró el autor en el fluido diálogo con el numeroso auditorio– fue el primero escrito.
La propuesta –publicada por Ediciones B– que plantea el estudio de la ley y la transformación ciudadana fue anunciada por el periodista cultural Claudio Cañete y la rabina Sarina Vitas. En una hora y 36 minutos, Sergio Bergman cautivó al público exponiendo un pensamiento estudiado, una práctica, una propuesta política.
La Rab. Sarina Vitas fue la primera colega en presentar al Rab. Bergman. En la oportunidad se generó un excelente clima y Sergio Bergman demostró ser un gran comunicador, tras exponer su estudioso pensamiento.
La propuesta –publicada por Ediciones B– que plantea el estudio de la ley y la transformación ciudadana fue anunciada por el periodista cultural Claudio Cañete y la rabina Sarina Vitas. En una hora y 36 minutos, Sergio Bergman cautivó al público exponiendo un pensamiento estudiado, una práctica, una propuesta política.
La Rab. Sarina Vitas fue la primera colega en presentar al Rab. Bergman. En la oportunidad se generó un excelente clima y Sergio Bergman demostró ser un gran comunicador, tras exponer su estudioso pensamiento.
Argentina Ciudadana en Rosario
El 13 de agosto,en la Fundación Libertad, se presentó Argentina ciudadana. Con textos bíblicos. Acompañó al autor, en la presentación, el Rab Daniel Dolinsky, y el periodista Marcelo Fernández.
“La Argentina del porvenir es la que está siempre por-venir, como un proyecto de aquella promesa que los padres de la patria y los abuelos inmigrantes nos legaron para que nosotros cumpliéramos sus sueños. El solo hecho de habitar el territorio argentino nos confiere la suma de los derechos legales que otorga la Constitución Nacional. Derechos que con gusto tomamos, pero que, en el ejercicio de la espiritualidad cívica, también implican cumplimiento de normas y obligaciones que muchas veces no respetamos. Sobre las garantías de la Constitución es que se propone en este libro una consolidación del espíritu cívico de los argentinos para que, mediante la participación de todos, podamos afianzar la democracia, las instituciones republicanas y, al mismo tiempo, construir la Nación que aún nos debemos”, expresó el Rab Sergio Bergman.
En diálogo con LaCapital planteó que los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner son una "autocracia", y responsabilizó por la actual situación institucional tanto a gobernantes —principalmente— como a los argentinos, de quienes dice, incluyéndose: "Al Preámbulo (de la Constitución) lo repetimos como loros, porque nosotros a instrucción cívica la tenemos aplazada".
—¿Cómo relaciona la Biblia con la Constitución?
—El libro plantea relatos de la Biblia para ciudadanos, es decir un recorrido de la tipología bíblica en sus relatos como un modelo que ilumine e inspire la construcción cívica, haciendo una analogía de dos textos: uno que ya fue consagrado, y el otro que está pendiente de consagración (la Constitución), texto fundante de la República pero que no tiene aún la construcción cultural y espiritual alrededor de él como para que la Nación esté consagrada por su ciudadanos.
—¿Qué actitud ve en los argentinos ante la Constitución?
—Nos encontramos en un status de ser habitantes del territorio y tenemos dos potencias: degradarnos en clientes, y ser tomados por una política y estructura partidaria que te sumerja de habitante en cliente; o bien elevarte de habitante en ciudadano, que es ponerle el alma a la tierra y darle el fruto que te permite justamente el espíritu cívico que hay en la Constitución en lo sagrado que propone. Y eso no lo hace la política de nuestros representantes sino que la política de los ciudadanos, porque siempre estamos expectantes de ver qué hacen ellos, los que elegimos, y pocas veces dispuestos a revisar lo que no hacemos los ciudadanos.
—¿Biblia y Constitución tienen las mismas condiciones de guía?
—La situación en que nos encontramos hoy es una Argentina con toda su potencia malograda, sobre todo con la crisis de últimos meses. Pero todo lo que está mal en lo político, lo social y lo económico se debe a que estamos enfermos en los valores. Tenemos un problema cultural. La cultura de lo privado es sumamente eficiente, potente y se realiza, pero lo público está abandonado, entregado. El texto bíblico y el constitucional no son comparables, pero cuando el lector busca una inspiración para darle sentido a su vida tiene un común denominador.
—¿Por mandato o convicción?
—La Constitución, como artefacto, es perfectible, totalmente cuestionable, pero el Preámbulo es un documento que puede ser consagrado cuando uno lo lee como un contrato en valores. Por supuesto que el Preámbulo lo repetimos como loros, porque la instrucción cívica, que es una materia del secundario, nosotros la tenemos aplazada; por lo menos en los trabajos prácticos, seguro. Hay aspectos de lo fundacional que trae la Constitución que es como los diez mandamientos, pero son mandamientos en derechos y obligaciones.
—¿Cómo ve la constitución de "ciudadanía" en el transcurso de los últimos 25 años?
—Que estamos mal pero vamos bien, 25 años de democracia, que es un logro de todos, nos costó sangre, más de una generación, violencia, muerte, terror. Logramos 25 años de práctica ininterrumpida democrática, y es muy bueno, pero la Constitución como proyecto trascendente, que es democracia para elegir y república para gobernar, sólo tenemos democracia pero no república. Esa república formal que tenemos no es la de la Constitución.
—No ve la división de poderes.
—Hoy no estamos todos iguales ante la ley porque no hay independencia de poderes. Ahora, como una gracia divina, casi celestial, nos han otorgado que el Parlamento parle, y estamos todos entusiasmados de que va a deliberar, pero eso no es una concesión, lo dice la ley. Tenemos un Poder Judicial totalmente intervenido políticamente por el Consejo de la Magistratura. Y tenés una autocracia ejecutiva donde todo está subsumido a la concentración inaudita en la historia de los gobiernos democráticos y civiles. Queremos democracia y república.
—¿Además de los funcionarios no hay otros sectores responsables?
—¡Sí! Los máximos responsales somos los ciudadanos. Es lo que yo llamo la hipocresía cívica: plantear de manera expiatoria, vamos a pasarnos la vida hablando de ellos (los gobernantes), pero cuando le pedís a alguien que se comprometa con algo en nombre de todos te dice "no es para mí, yo no voy a perder mi prestigio personal, ni mi esfuerzo, ni mi tiempo salvo que sea un atajo para lograr más", es decir que aplica la lógica privada a lo público: qué me puedo llevar, qué voy a ganar; y no qué voy a ofrendar, a dar.
—¿Cree que eso cambiará?
—Creo como la generación del desierto: no es para nosotros, hay que hacer un montón de trabajo hoy para que quizás nuestros hijos, otra generación pueda entrar a esa Tierra Prometida donde el ciudadano emancipado se hace cargo de la realidad: ni hace la plancha mirando lo que le hacen, asume que las cosa le pasan a él porque la Argentina está en él, no fuera de él, y que tiene la dignidad y la ética, además de la estética, de reaccionar temprano y bien en vez de tarde y mal, no sólo por los intereses y por lo único sagrado que supimos resguardar que es el bolsillo, sino también por las intituciones, los valores y la trascendencia, que es lo que hicieron nuestros próceres y nuestros abuelos inmigrantes.
—¿Cuál puede ser la contribución de las religiones?
—Esto es como una transferencia de know how. Las religiones, bien o mal, como instituciones, tenemos un know how, que es cómo hacemos para inspirar a nuestros miembros a que tengan una fidelidad y una trascendencia en la cultura y los valores que proponemos. Nos está faltando una religión cívica, de una mística de país. Un país sin utopía no es país, es territorio compartido, no tenés posibilidad de pactar ni proyecto.
Argentina Ciudadana en Santa Fe
El lunes 11 de agosto, se presentó en el auditorio de ATE, en la ciudad de Sta Fe, el Libro "Argentina ciudadana", del rabino Sergio Bergman.
Consultado sobre si el Campo dejó alguna enseñanza, el rabino y escritor sostuvo que “para mí, dejó al menos dos enseñanzas. Una de ellas es la clara conciencia del país federal que somos en al realidad y en la potencia, aunque seguimos administrados como un país unitario y feudal. No nos olvidemos que nosotros nos movilizamos únicamente cuando tocan un interés sectorial. Y en segundo plano, nos enseñó que cuando los ciudadanos no solamente nos conmovemos sino que además nos movilizamos en el marco de la ley y en el trabajo por la institucionalidad, podemos lograr resultados que no estaban en el pronostico inicial”.
Finalmente, Sergio Bergman remarcó que “el campo le dio una lección de ciudadanía a todos los argentinos porque lo primero que logró o consolidó fue la unión de las entidades de representación, sin garantías de nada, en un bloque que no es homogéneo. Pero lo que demostró es que se pueden encontrar intereses comunes para tener unidad. Esto es un ejemplo de institucionalidad, de cultura cívica. Esto fue muy valioso”.
Consultado sobre si el Campo dejó alguna enseñanza, el rabino y escritor sostuvo que “para mí, dejó al menos dos enseñanzas. Una de ellas es la clara conciencia del país federal que somos en al realidad y en la potencia, aunque seguimos administrados como un país unitario y feudal. No nos olvidemos que nosotros nos movilizamos únicamente cuando tocan un interés sectorial. Y en segundo plano, nos enseñó que cuando los ciudadanos no solamente nos conmovemos sino que además nos movilizamos en el marco de la ley y en el trabajo por la institucionalidad, podemos lograr resultados que no estaban en el pronostico inicial”.
Finalmente, Sergio Bergman remarcó que “el campo le dio una lección de ciudadanía a todos los argentinos porque lo primero que logró o consolidó fue la unión de las entidades de representación, sin garantías de nada, en un bloque que no es homogéneo. Pero lo que demostró es que se pueden encontrar intereses comunes para tener unidad. Esto es un ejemplo de institucionalidad, de cultura cívica. Esto fue muy valioso”.
Argentina Ciudadana en Villa María
"¿Hay una figura ética que esté dispuesta a administrar el fideicomiso de la obra pública? Nadie lo controla, hace lo que quiere. El problema no es Julio (por De Vido), julio es un mes que pasa. El problema es el sistema, no tenemos sistema." El rabino Sergio Bergman, estuvo en Villa María el miércoles tal como publicáramos en nuestra edición del jueves, y dejó fuertes conceptos relacionados con la situación actual del país.
El religioso, apuntó al estilo de hacer política de Kirchner, a la corrupción del sistema y dijo que "hay un país esclavo de la inequidad".
"Lo popular es digno y debe ser respetado, pero esto (por el estilo kirchnerista) es manipulación de masas. Quieren una masa amorfa, sumergida a la indignidad, que participe del circo que hacen con la plata de todos. Hay que emancipar, hay que volver a abolir la esclavitud. Hay un país esclavo de la inequidad, hay políticos buenos pero los buenos que no hacen nada también son malos."
Sin salirse de su pausado tono de vos, ni perder sus modales, Bergman dijo que "la República tiene el síndrome de la mujer golpeada". "Nos bancamos cosas que no hay que bancárselas".
El rabino que instó a creer en las utopías y a soñar un nuevo país expresó que "no se pueden seguir personas, hay que seguir ideas".
"La pelea Menem-Duhalde nos parió a Kirchner", señaló. Sin embargo, aclaró que el ex presidente "no hizo todo mal" y elogió su política sobre derechos humanos y la manera en que piloteó la crisis. No obstante remarcó que "gobierna la Argentina de la misma manera que gobernó Santa Cruz y que utiliza constantemente términos militares como combatir, arrodillar, enfrentar".
Consultado sobre si piensa ser candidato en 2009, Bergman sonrió: "Ya me presenté para seguir siendo rabino del Templo Libertad".
"No puedo ser candidato de la política de la que hablamos. Hay gente buena que está sola y aislada. Debemos construir un puente para poder cruzarlo y no tener que saltar a la otra orilla y terminar solo con ellos", afirmó sin descartar una postulación en 2016.
Bergman pidió "soñar el país" y trabajar para ello. "Cuando un país no puede soñarse, no tiene futuro".
Resaltó, por otra parte, que Argentina está dividida en dos: "Los que queremos la República y los que no la quieren. Si tenemos dirigentes sensatos, nos podemos juntar para reestablecer la República."
El religioso, apuntó al estilo de hacer política de Kirchner, a la corrupción del sistema y dijo que "hay un país esclavo de la inequidad".
"Lo popular es digno y debe ser respetado, pero esto (por el estilo kirchnerista) es manipulación de masas. Quieren una masa amorfa, sumergida a la indignidad, que participe del circo que hacen con la plata de todos. Hay que emancipar, hay que volver a abolir la esclavitud. Hay un país esclavo de la inequidad, hay políticos buenos pero los buenos que no hacen nada también son malos."
Sin salirse de su pausado tono de vos, ni perder sus modales, Bergman dijo que "la República tiene el síndrome de la mujer golpeada". "Nos bancamos cosas que no hay que bancárselas".
El rabino que instó a creer en las utopías y a soñar un nuevo país expresó que "no se pueden seguir personas, hay que seguir ideas".
"La pelea Menem-Duhalde nos parió a Kirchner", señaló. Sin embargo, aclaró que el ex presidente "no hizo todo mal" y elogió su política sobre derechos humanos y la manera en que piloteó la crisis. No obstante remarcó que "gobierna la Argentina de la misma manera que gobernó Santa Cruz y que utiliza constantemente términos militares como combatir, arrodillar, enfrentar".
Consultado sobre si piensa ser candidato en 2009, Bergman sonrió: "Ya me presenté para seguir siendo rabino del Templo Libertad".
"No puedo ser candidato de la política de la que hablamos. Hay gente buena que está sola y aislada. Debemos construir un puente para poder cruzarlo y no tener que saltar a la otra orilla y terminar solo con ellos", afirmó sin descartar una postulación en 2016.
Bergman pidió "soñar el país" y trabajar para ello. "Cuando un país no puede soñarse, no tiene futuro".
Resaltó, por otra parte, que Argentina está dividida en dos: "Los que queremos la República y los que no la quieren. Si tenemos dirigentes sensatos, nos podemos juntar para reestablecer la República."
Rab. Sergio Bergman Huésped de honor en Villaguay
Una gran cantidad de público participó anoche en el Centro Cultural Municipal Emilio Berisso de la charla brindada por el Rabino Sergio Bergman.
La propuesta impulsada por la Municipalidad de Villaguay a través de la Dirección de Cultura y Educación, Agencia de Desarrollo Productivo, Sociedad Israelita Argentina de Villaguay y la Fundación Argentina, comenzó con la bienvenida del Rabino a cargo del Intendente de la ciudad Adrián Fuertes, quien en nombre de la comunidad; destaco que “es un doble orgullo recibir a una persona tan importante y destacada en todo el país, se como pensás porque sos un hombre de esta generación y estoy convencido que la diversidad de pensamiento que hay en la argentina son muy importantes, por eso podemos construir una argentina mucho mejor”, dijo el presidente comunal.
Expreso que “estamos armando una agenda de temas para discutir en nuestra ciudad porque es una práctica saludable poder construir la unidad de una población en la diversidad de las opiniones”, remarcó. “Estoy sorprendido sobre tu trabajo en Colonia Avigdor, sorprendido por tu sencillez y quiero felicitarte por tu libro y pedirte a la vez que le hables a nuestro pueblo, que me hables a mi gente laboriosa, gente de diálogo y de paz, donde siempre serás bienvenido”, finalizó diciendo el Intendente.
Posteriormente el Rabino Sergio Bergman, quien fue declarado Huésped de Honor, agradeció la bienvenida y destacó la voluntad de la concurrencia para establecer este contacto.
Abrió su exposición con el desafío de trabajar para restituir la república que es la expresión institucional de la nación que aún nos debemos, enfatizó.
“El trabajo lo tenemos que hacer todos por la riqueza de esta Argentina en la cual disfrutamos del encuentro y confraternidad entre religiones y tradiciones, por el encuentro interreligioso la Argentina es tierra de bendiciones porque hay pocos lugares en el mundo donde se conviva de esta manera”. “El diálogo enriquece y hace crecer, sin renunciar a nuestras convicciones, entonces que razones puede haber para que no estemos juntos y que otra gran verdad puede existir para que no podamos sentarnos a cambiar lo que sea necesario a partir del intercambio de ideas”. “La política es una buena palabra y una noble práctica, si dejáramos de estar hablando de los políticos y habláramos de nosotros; porque si toda la energía la dispusiéramos para hablar de nuestros representantes sin asumir que hay una crisis de valores espiritualmente representados no vamos a salir del círculo vicioso en el que nos encontramos”, expreso. “Vengo a proponerles no como verdad, sino como una conversación que nos motive para la acción, que por un instante dejemos de hablar de ellos y hablemos de nosotros para que sinceremos la hipocresía cívica con la que los Argentinos nos venimos condenando a asumir la responsabilidad que tenemos”. “Si ustedes creen que estamos mal, vamos bien si sostenemos el ejercicio responsable de nuestra ciudadanía”, apuntó. “El horizonte de un mañana mejor comienza en la conversación con estas nuevas generaciones y hace falta construir poder de servir para poder ser, que es la iniciativa para transformar”. “Cuando uno deja al estado, lo abandona, somos nosotros los ciudadanos que nos suicidamos y el gesto es que no nos debemos evadir”. expreso.
Mas conceptos
“El hambre no se resuelve con lo testimonial, se resuelve con políticas de estado y hay que tejer un puente entre la sociedad civil y el estado para que estén conectados y eso lo debemos asumir como algo digno que esta dentro de nosotros”.
“No está bien decir que todos los políticos son malos y repetir la frase inconsistente de “que se vayan todos”, porque con eso lo que nos aseguraron es que se queden los mismos y nosotros debemos plantear que se queden los buenos y se vayan los malos, pero para eso debemos comprometernos, trabajar e involucrarnos con el dialogo y el encuentro minorías transformadoras no para la próxima elección sino en la constante modificación sociocultural de la próxima generación, por eso hay que bancarse primero ser una minoría y eso se aprende en la cultura”. “A esos jóvenes debemos decirles que no se duerman, esten atentos y activos, que controlen, que avisen que sigan con dignidad, cultura y respeto con cultura cívica y que sean profesionales quienes ocupen la función pública con capacidades ciertas e idoneidad para servir a la república porque necesitamos un país eficiente, dinámico, moderno y capaz porque no alcanza con voluntarismo”, remarcó. Estos conceptos en varias oportunidades fueron interrumpidos por cerrados aplausos de los concurrentes que colmaron las instalaciones del Cine Berisso.
La propuesta impulsada por la Municipalidad de Villaguay a través de la Dirección de Cultura y Educación, Agencia de Desarrollo Productivo, Sociedad Israelita Argentina de Villaguay y la Fundación Argentina, comenzó con la bienvenida del Rabino a cargo del Intendente de la ciudad Adrián Fuertes, quien en nombre de la comunidad; destaco que “es un doble orgullo recibir a una persona tan importante y destacada en todo el país, se como pensás porque sos un hombre de esta generación y estoy convencido que la diversidad de pensamiento que hay en la argentina son muy importantes, por eso podemos construir una argentina mucho mejor”, dijo el presidente comunal.
Expreso que “estamos armando una agenda de temas para discutir en nuestra ciudad porque es una práctica saludable poder construir la unidad de una población en la diversidad de las opiniones”, remarcó. “Estoy sorprendido sobre tu trabajo en Colonia Avigdor, sorprendido por tu sencillez y quiero felicitarte por tu libro y pedirte a la vez que le hables a nuestro pueblo, que me hables a mi gente laboriosa, gente de diálogo y de paz, donde siempre serás bienvenido”, finalizó diciendo el Intendente.
Posteriormente el Rabino Sergio Bergman, quien fue declarado Huésped de Honor, agradeció la bienvenida y destacó la voluntad de la concurrencia para establecer este contacto.
Abrió su exposición con el desafío de trabajar para restituir la república que es la expresión institucional de la nación que aún nos debemos, enfatizó.
“El trabajo lo tenemos que hacer todos por la riqueza de esta Argentina en la cual disfrutamos del encuentro y confraternidad entre religiones y tradiciones, por el encuentro interreligioso la Argentina es tierra de bendiciones porque hay pocos lugares en el mundo donde se conviva de esta manera”. “El diálogo enriquece y hace crecer, sin renunciar a nuestras convicciones, entonces que razones puede haber para que no estemos juntos y que otra gran verdad puede existir para que no podamos sentarnos a cambiar lo que sea necesario a partir del intercambio de ideas”. “La política es una buena palabra y una noble práctica, si dejáramos de estar hablando de los políticos y habláramos de nosotros; porque si toda la energía la dispusiéramos para hablar de nuestros representantes sin asumir que hay una crisis de valores espiritualmente representados no vamos a salir del círculo vicioso en el que nos encontramos”, expreso. “Vengo a proponerles no como verdad, sino como una conversación que nos motive para la acción, que por un instante dejemos de hablar de ellos y hablemos de nosotros para que sinceremos la hipocresía cívica con la que los Argentinos nos venimos condenando a asumir la responsabilidad que tenemos”. “Si ustedes creen que estamos mal, vamos bien si sostenemos el ejercicio responsable de nuestra ciudadanía”, apuntó. “El horizonte de un mañana mejor comienza en la conversación con estas nuevas generaciones y hace falta construir poder de servir para poder ser, que es la iniciativa para transformar”. “Cuando uno deja al estado, lo abandona, somos nosotros los ciudadanos que nos suicidamos y el gesto es que no nos debemos evadir”. expreso.
Mas conceptos
“El hambre no se resuelve con lo testimonial, se resuelve con políticas de estado y hay que tejer un puente entre la sociedad civil y el estado para que estén conectados y eso lo debemos asumir como algo digno que esta dentro de nosotros”.
“No está bien decir que todos los políticos son malos y repetir la frase inconsistente de “que se vayan todos”, porque con eso lo que nos aseguraron es que se queden los mismos y nosotros debemos plantear que se queden los buenos y se vayan los malos, pero para eso debemos comprometernos, trabajar e involucrarnos con el dialogo y el encuentro minorías transformadoras no para la próxima elección sino en la constante modificación sociocultural de la próxima generación, por eso hay que bancarse primero ser una minoría y eso se aprende en la cultura”. “A esos jóvenes debemos decirles que no se duerman, esten atentos y activos, que controlen, que avisen que sigan con dignidad, cultura y respeto con cultura cívica y que sean profesionales quienes ocupen la función pública con capacidades ciertas e idoneidad para servir a la república porque necesitamos un país eficiente, dinámico, moderno y capaz porque no alcanza con voluntarismo”, remarcó. Estos conceptos en varias oportunidades fueron interrumpidos por cerrados aplausos de los concurrentes que colmaron las instalaciones del Cine Berisso.
Argentina Ciudadana en Hora Clave
"Hay un intento de acercar la política a la gente"
El rabino Sergio Bergman reflexionó en C5N sobre su libro Argentina ciudadana, contextos bíblicos junto al padre Rubén Revello. "Debemos pedirle a Dios que vivamos en la ley", señaló
El rabino Sergio Bergman reflexionó con Mariano Grondona y con el padre Rubén Revello sobre su libro Argentina ciudadana, contextos bíblicos en el programa Hora Clave, que se emite todos los domingos por C5N.
El libro Argentina ciudadana, contextos bíblicos es la nueva obra de Bergman en la que va extrayendo de los episodios que se suceden en el Antiguo Testamento lecciones y metáforas para el momento actual de nuestro país. Por otro lado, el libro cuenta con un prólogo escrito por el cardenal Jorge Mario Bergoglio, lo que muestra un logro ecuménico en él.
"Argentina ciudadana, contextos bíblicos tiene que ver con el contexto bíblico que vivimos hoy", resumió Bergman al iniciar la charla.
"Hay una Argentina eclipsada en la que nos vamos a redimir cuando los ciudadanos nos hagamos cargo de lo que hemos evadido", añadió Bergman a su reflexión y agregó que "tenemos que empezar a hablar con nosotros mismos".
El rabino continuó con su pensamiento diciendo: "Debemos pedirle a Dios que vivamos en la ley. Hay una anomia de los ciudadanos que por estar concentrados en lo privado abandonamos lo público. Esto confronta con nuestra conciencia cívica•.
Ante la reflexión de Sergio Bergman, el padre Rubén Revello tomó la posta en la conversación e intentó dar una visión católica para el pensamiento del religioso judío.
"¿Yo como católico qué conceptos sumaría a esto?: el concepto de encarnación, de que la fe no es algo que está en el aire sino que está en todos nosotros y los conceptos de la comunión y la redención, el triunfo final lo tiene el bien", indicó Revello.
Por otro lado, el sacerdote reflexionó sobre la situación político y social actual de nuestro país. "Es un momento en el que la ciudadanía quiere obrar institucionalmente. Me pregunto si la falta de consenso no es falta de sensatez".
El rabino Sergio Bergman volvió a tomar la palabra para añadir su pensamiento sobre este tema: "Hay un intento de acercar la política a la gente. A los chicos de 25 años no hay que explicarse qué es la democracia. No tienen que temer por ella, pero tienen que trabajar por la república. El paraíso que hemos perdido podemos recuperarlo en la tierra".
"El argentino necesita el amor a la patria. Si nosotros le ponemos un poquito más de amor a nuestro compromiso cívico, si decimos que vamos a morir con gloria, primero hay que vivir con dignidad", agregó Bergman.
El rabino Sergio Bergman reflexionó en C5N sobre su libro Argentina ciudadana, contextos bíblicos junto al padre Rubén Revello. "Debemos pedirle a Dios que vivamos en la ley", señaló
El rabino Sergio Bergman reflexionó con Mariano Grondona y con el padre Rubén Revello sobre su libro Argentina ciudadana, contextos bíblicos en el programa Hora Clave, que se emite todos los domingos por C5N.
El libro Argentina ciudadana, contextos bíblicos es la nueva obra de Bergman en la que va extrayendo de los episodios que se suceden en el Antiguo Testamento lecciones y metáforas para el momento actual de nuestro país. Por otro lado, el libro cuenta con un prólogo escrito por el cardenal Jorge Mario Bergoglio, lo que muestra un logro ecuménico en él.
"Argentina ciudadana, contextos bíblicos tiene que ver con el contexto bíblico que vivimos hoy", resumió Bergman al iniciar la charla.
"Hay una Argentina eclipsada en la que nos vamos a redimir cuando los ciudadanos nos hagamos cargo de lo que hemos evadido", añadió Bergman a su reflexión y agregó que "tenemos que empezar a hablar con nosotros mismos".
El rabino continuó con su pensamiento diciendo: "Debemos pedirle a Dios que vivamos en la ley. Hay una anomia de los ciudadanos que por estar concentrados en lo privado abandonamos lo público. Esto confronta con nuestra conciencia cívica•.
Ante la reflexión de Sergio Bergman, el padre Rubén Revello tomó la posta en la conversación e intentó dar una visión católica para el pensamiento del religioso judío.
"¿Yo como católico qué conceptos sumaría a esto?: el concepto de encarnación, de que la fe no es algo que está en el aire sino que está en todos nosotros y los conceptos de la comunión y la redención, el triunfo final lo tiene el bien", indicó Revello.
Por otro lado, el sacerdote reflexionó sobre la situación político y social actual de nuestro país. "Es un momento en el que la ciudadanía quiere obrar institucionalmente. Me pregunto si la falta de consenso no es falta de sensatez".
El rabino Sergio Bergman volvió a tomar la palabra para añadir su pensamiento sobre este tema: "Hay un intento de acercar la política a la gente. A los chicos de 25 años no hay que explicarse qué es la democracia. No tienen que temer por ella, pero tienen que trabajar por la república. El paraíso que hemos perdido podemos recuperarlo en la tierra".
"El argentino necesita el amor a la patria. Si nosotros le ponemos un poquito más de amor a nuestro compromiso cívico, si decimos que vamos a morir con gloria, primero hay que vivir con dignidad", agregó Bergman.
Presentación del libro: Argentina Ciudadana. Con textos bíblicos
El Rab. Sergio Bergman presentó el lunes 7 de julio su libro “Argentina ciudadana, con textos bíblicos” ante más de 350 asistentes en la sala circular del Planetario. La obra, publicada por Ediciones B, fue prologada por el arzobispo de Buenos Aires y presidente del Episcopado, cardenal Jorge Bergoglio, quien definió al religioso conservador como un “erudito” y un “maestro”. “Los argentinos necesitamos comprendernos a nosotros mismos, necesitamos maestros que nos conduzcan para no quedar entrampados en la coyuntura”, sostuvo Bergoglio y señaló a Bergman como uno de sus maestros. Entre los presentes en el Planetario, estuvieron el ministro de Cultura del gobierno porteño, Hernán Lombardi, y otros políticos como el diputado y presidente de la bancada del PRO, Federico Pinedo, la ex diputada y ex candidata a gobernadora por la provincia de Buenos Aires de la Coalición Cívica, Margarita Stolbizer y el ex Canciller, Adalberto Rodríguez Giavarini. “Al interpretar hoy el pasado Bergman no hace política. La peor injusticia que se le puede hacer a Sergio es decir que con este libro hace política. Quien diga esto no entendió nada”, indicó Bergoglio. El rabino Bergman aseguró que en su texto hace “una reflexión sobre la realidad cotidiana”, y no describe la interpretación de la coyuntura. Tras la presentación del libro, Bergman y Bergoglio dialogaron con el público, al que el rabino explicó: “Ya no esperamos la justicia, la verdad y la paz del cielo sino que proponemos vivirla acá en la tierra”.
Comentario sobre "Manifiesto Cívico Argentino"
Pierre Vidal Naqué dice que la calidad de un libro no se mide solamente por la información elaborada que contiene, sino también por las reflexiones que suscita su lectura, las prolongaciones que evoca, e incluso las objeciones que provoca. La lectura del Manifiesto cívico del rabino Bergman suscita muchas reflexiones, evoca grandes prolongaciones y quizás pueda suscitar algunas objeciones.
Este libro se llama “Manifiesto”. ¿Por qué un manifiesto? Al parecer, según explican quienes saben sobre etimología de las palabras, el sustantivo “manifiesto” viene del latin: manufestus o manifestus, derivado de manus, mano, y festus, ferre, mostrar. O sea, textualmente, esta palabra significaría “Enseñar las manos”; enseñar las manos, ¿por qué? Quién sabe, quizás en señal de “no tener nada que ocultar”; o “declararlo todo”. De hecho, cuando se realiza un juramento se alza y se muestra la palma de la mano derecha antes de declarar, de manifestar públicamente lo que se conoce.
La segunda palabra es “Cívico”; aquí cívico se vincula a civil en el significado que Avishay Margalit da a este término; una sociedad Civil es una sociedad en la cual “los integrantes no se humillan unos a otros”; unos a otros, cualquiera sea su posición frente a Dios; agnóstico, ateo, o religioso; cualquiera sea la fe que profese (cristiano, judío, mahometano, hinduista, etc). Lo que une a todas las personas, dice Bergman, no es la noción de Dios sino la de espiritualidad; en la sociedad cívica, dice, no todos son creyentes; son muchos los ciudadanos que viven profundamente comprometidos porque son espirituales. Lo trascendente, dice casi al final del libro, no es el mundo de las creencias, los dogmas y la fe; lo trascendente es aceptarnos como seres espirituales.
Un “manifiesto cívico”. Sergio Bergman escribió este libro, pues, para declarar, para manifestar públicamente todas sus obsesiones. La palabra obsesión está usada en el sentido que la da Sergio Rodrigues, importante e influyente periodista, escritor y dramaturgo brasileño del siglo XX, quien afirma que "Lo que da al hombre un mínimo de coherencia es la suma de sus obsesiones".
Bergman no camina solo con sus obsesiones. Está acompañado por los grandes pensadores de la historia.
La primera obsesión, como adelanté, es la noción de espiritualidad. ¿Qué es esta espiritualidad?
Para Bergman, la espiritualidad se descifra a través de una idea central: el hombre no es una obra acabada; se está formando día a día, tiene aptitud para dialogar, y en el diálogo crece. Si esto es así, la frase “No sólo tengo razón, sino que no hay nada que el otro me pueda aportar” muestra, simplemente, carencia de espiritualidad. Por el contrario, la noción según la cual la obra no está concluida lleva de la mano a la tolerancia, ese valor que nos hace mirar al otro “no como el adversario, sino como el que piensa diferente y con el que tenemos el deber de construir”.
En esta obsesión, el autor camina junto a Kovadlov quien dice: “Al dejar de construir, se renuncia al perfeccionamiento para recaer en la idea demoníaca de la perfección alcanzada. Ello equivale a precipitarse en la intolerancia, en la siembra del mutismo que exige la arrogancia de la palabra definitiva, de la palabra hegemónica”.
(b) Para el rabino, el mal es la omisión del bien; ser malo, no es sólo hacer el mal, sino también no hacer el bien. Aquí camina junto a Martin Luther King quien decía: “Nuestra generación tendrá que arrepentirse no tanto de las malas acciones de la gente perversa, sino del pasmoso silencio de la gente buena”. Si Luther King camina a su derecha, Einstein lo hace a su izquierda: “La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”.
Por eso, Bergman advierte que este libro está dirigido a todos los ciudadanos, pero principalmente “a los que teniendo sus necesidades básicas satisfechas permanecen ausentes de lo público”.
(c) En una Argentina en la que los hechos parecen haber vencido al derecho, Bergman cree que “un buen comienzo para revisar qué nos pasa y por qué nos pasa, es volver a los textos y verbos fundantes de nuestra Constitución”.
¡Qué cerca está del filósofo Carlos Nino, quien enumeraba la anomia (o sea, una vida sin respeto a la ley) como uno de nuestros grandes males!. Hay que volver, pues, a la fuente.
(d) Pero esa fuente no debe ser vista como un simple documento. Bergman enseña con razón que la Constitución no es un documento, es un proceso. La acción de constituirse, dice, es cotidiana; y por eso, nos propone descongelar las instituciones; desfosilizarlas.
Esa tarea exige hacer. Y ésta es la gran obsesión del autor, que rememora inmediatamente dos famosas y enfáticas frases; por un lado, el casi mandato ortegueano: “Argentinos, a las cosas”; por el otro, el imperativo de Roosvelt, que frente a la terrible crisis económica, pronunciaba sólo cuatro palabras: “Algo hay que hacer”.
Bergman empieza llamando a una masa crítica de la sociedad argentina con ganas de “hacer algo” y nos dice que “lo verdaderamente humano es tener conciencia activa, o sea, hacer un ejercicio continuo de reflexión sobre lo que sucede, pero fundamentalmente, sobre lo que hacemos. Es la idea según la cual “un hombre, cuando muere, es lo que fue y lo que hizo; y así se lo conoce para siempre”. La civilidad de lo humano, pues, no se declama; se sustenta “en la práctica de lo que somos con lo que hacemos. Somos civilizados si hacemos civilización; somos buenos si hacemos el bien; somos justos si hacemos justicia.
(e) Para comprender cómo las virtudes ciudadanas están en nuestra constitución, Bergman nos regala un glosario de los valores positivos y negativos, a los que llama virtudes y pecados capitales, pero esta terminología no tiene significación religiosa sino cívica.
De ese glosario he elegido algunas voces que engarzan en esta obsesión por el hacer; la opción es interesada, porque la obsesión por el hacer marca a todos los mendocinos, una tierra que se hizo con el esfuerzo cotidiano.
Tomo el valor coherencia, precisamente, porque como dije al comienzo, son las obsesiones las que nos dan coherencia. Coherencia, dice el rabino, es ser en el hacer. Es claro, no hay mayor incoherencia que declamar una cosa y hacer otra.
Rescato también la voz elección. “Es mejor elegir y equivocarse que omitir la elección”. La elección aporta a la superación, y esencialmente, dice, “es un acto de optimismo”.
La lealtad es mantener el pacto, “el compromiso de aquello que el sujeto asumió que iba a hacer”; esa lealtad nos impone ser valientes, o sea, avanzar aunque se tenga deseos de abandonar; mantener el rumbo fijado; probar cosas nuevas y enfrentar situaciones difíciles; volver a intentar y hacer lo que creemos correcto, aunque otros no nos acompañen. Por el contrario, la pereza deja pasar la vida como oportunidad de transformación. El perezoso, por no hacer, deja pasar las opciones que la vida le ofrece
Termino con la inteligencia, que no equivale a conocer todas las respuestas, sino a encontrarlas. Es que como dice un autor italiano (Arnaldo Momigliano) “enfrentamos un futuro en el que las respuestas ya no son ni serán las mismas porque, a decir verdad, nos han cambiado la mayoría de las preguntas; en la ruta del futuro, lo que viene no siempre se parece a lo que se ve en el espejo retrovisor, por lo que debemos aprender a convivir con la desproporción entre las preguntas inteligentes que somos capaces de formular y las respuestas plausibles que somos capaces de dar”.
Por eso, Bergman dice: “Creatividad e inteligencia son también necesarias para afianzar la justicia, desde que ante situaciones y contextos cambiantes, necesariamente debe haber una acción creativa para entender cuáles serían los parámetros de justicia en este presente. La ley de la justicia, en contextos dinámicos, requieren reinterpretación constante”. Aquí las ideas de Bergman se entremezclan con las del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que manda hacer una interpretación dinámica, para que los textos no caigan en la obsolescencia
La segunda parte del libro está dedicada al análisis del preámbulo; Bergman invita a una re-lectura del preámbulo, ese documento que en el colegio aprendimos de memoria, sin tomar conciencia de todo lo que encierra. En esta parte aparece otra obsesión: el pacto.
Un pacto implica la existencia de otro con quien hay que sentarse a conversar. A su vez, el pacto es la formalización de la confianza. Ambas partes saben que deben sostener lo pactado, no teóricamente, sino con hecho concretos.
Esta idea da base o fundamento a la primera frase del preámbulo: Nos los representantes........Para Bergman, en la representación se comparte un pacto, una construcción, un destino común. La justicia en la representación empieza, antes que nada, porque el pacto de representación es la ley y un primer acto de justicia es que el representante y el representado cumplan con los derechos y obligaciones que la ley impone. El preámbulo rememora que texto nace “en cumplimiento de los pactos preexistentes”, y esta circunstancias se une a la noción de justicia. “Lo justo en un pacto es cumplirlo; lo injusto es no cumplirlo; si lo pactado resulta injusto para alguna de las partes, necesariamente, hay que repactar. Cuando un pacto se rompe, se instala la injusticia. Ninguna de las partes debe hacer justicia por su propia mano; todo debe ser dicho al momento de pactar; por lo tanto, el trabajo posterior es cumplir con lo pactado. Por eso, no es sólo cuestión de firmar el pacto, hay que sostenerlo en cada ocasión”.
El preámbulo enumera varios objetivos: constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad
Cabe detenerse en “promover el bienestar general”, no sólo porque hoy está tan abandonado por las políticas públicas que se desentienden de la minoridad abandonada, de los ancianos y discapacitados carenciados, etc., sino porque nadie espera leer en la parte dedicada a este objetivo lo que aquí se encuentra. Al hablar del comienzo y del fin de la vida dice: “Siendo sagrada la vida, debe cuidarse su dignidad, y al mismo tiempo, como garantía del Estado, debe establecerse un debate republicano que haga la diferencia, pues despenalizar no es necesariamente habilitar indiscriminadamente. Todos y cada uno de los temas que hacen a un debate ciudadano, se acuerde o no con estas posiciones, deben orientarse a una cultura de respeto por el disenso, la libertad de conciencia y la aceptación de los mecanismos que la democracia republicana establece para que las nuevas generaciones vean en nuestra Constitución un espacio de debate”.
La última parte del libro es la propuesta, el desafío, cómo operar un cambio sociocultural. Como el lector imagina desde las primeras páginas, el proceso de cambio es esencialmente educativo, pero ese proceso sólo será posible, dice el rabino, desde la ejemplaridad. Por lo tanto, es necesario instalar modelos referentes que reflejen en hechos concretos la teoría de los valores; es decir, individuos que traduzcan los valores en prácticas
En ese proceso, se nos impone pasar de lo privado a lo público, entendiendo por público aquello que uno puede compartir con el otro abiertamente. Aquí Bergman camina al lado de Habermas y toda su doctrina de la democracia participativa. “Quedarse solamente en lo privado implica que lo público opere aisladamente y según sus intereses y conveniencias mientras que los ciudadanos permanecen privatizados”. “Para vivir en un país hay que tener vida privada y vida pública. Hoy en nuestro país no hay vida pública; sólo hay vida privada que usa de lo público”.
Bergman no aconseja hacer catarsis con las cacerolas; tampoco sugiere que los partidos políticos deben desaparecer; por el contrario, un partido político, dice, es un lugar de llegada, no un punto de partida. Hay que usar para lo público los mismos estándares que usamos para lo privado, y los referentes deben dar este paso ya. Impulsa, pues, a un cambio de paradigma, no el de la política ideal, sino el de la política posible, y esto comienza con la participación. ¿Participar dónde?¿Cómo? Como estamos enfermos de la falta de control, Bergman nos convence que la tarea es controlar, auditar, teniendo a la ley como reaseguro. “Nos faltan ciudadanos; hay que trabajar, hay que hacer; la transformación sólo se producirá con gente; gente con gente haciendo cosas”.
Y en esta propuesta, el autor se une a Héctor Tizón, juez y literato, cuando en su libro Tierra de frontera afirma: “Todo está en el hombre común, así como la música está en un instrumento, pero es necesario que lo toquen”. Bergman nos invita a todos a tocar el instrumento que mejor conocemos y a formar una gran orquesta de ciudadanos. Ojalá suene bien.
Este libro se llama “Manifiesto”. ¿Por qué un manifiesto? Al parecer, según explican quienes saben sobre etimología de las palabras, el sustantivo “manifiesto” viene del latin: manufestus o manifestus, derivado de manus, mano, y festus, ferre, mostrar. O sea, textualmente, esta palabra significaría “Enseñar las manos”; enseñar las manos, ¿por qué? Quién sabe, quizás en señal de “no tener nada que ocultar”; o “declararlo todo”. De hecho, cuando se realiza un juramento se alza y se muestra la palma de la mano derecha antes de declarar, de manifestar públicamente lo que se conoce.
La segunda palabra es “Cívico”; aquí cívico se vincula a civil en el significado que Avishay Margalit da a este término; una sociedad Civil es una sociedad en la cual “los integrantes no se humillan unos a otros”; unos a otros, cualquiera sea su posición frente a Dios; agnóstico, ateo, o religioso; cualquiera sea la fe que profese (cristiano, judío, mahometano, hinduista, etc). Lo que une a todas las personas, dice Bergman, no es la noción de Dios sino la de espiritualidad; en la sociedad cívica, dice, no todos son creyentes; son muchos los ciudadanos que viven profundamente comprometidos porque son espirituales. Lo trascendente, dice casi al final del libro, no es el mundo de las creencias, los dogmas y la fe; lo trascendente es aceptarnos como seres espirituales.
Un “manifiesto cívico”. Sergio Bergman escribió este libro, pues, para declarar, para manifestar públicamente todas sus obsesiones. La palabra obsesión está usada en el sentido que la da Sergio Rodrigues, importante e influyente periodista, escritor y dramaturgo brasileño del siglo XX, quien afirma que "Lo que da al hombre un mínimo de coherencia es la suma de sus obsesiones".
Bergman no camina solo con sus obsesiones. Está acompañado por los grandes pensadores de la historia.
La primera obsesión, como adelanté, es la noción de espiritualidad. ¿Qué es esta espiritualidad?
Para Bergman, la espiritualidad se descifra a través de una idea central: el hombre no es una obra acabada; se está formando día a día, tiene aptitud para dialogar, y en el diálogo crece. Si esto es así, la frase “No sólo tengo razón, sino que no hay nada que el otro me pueda aportar” muestra, simplemente, carencia de espiritualidad. Por el contrario, la noción según la cual la obra no está concluida lleva de la mano a la tolerancia, ese valor que nos hace mirar al otro “no como el adversario, sino como el que piensa diferente y con el que tenemos el deber de construir”.
En esta obsesión, el autor camina junto a Kovadlov quien dice: “Al dejar de construir, se renuncia al perfeccionamiento para recaer en la idea demoníaca de la perfección alcanzada. Ello equivale a precipitarse en la intolerancia, en la siembra del mutismo que exige la arrogancia de la palabra definitiva, de la palabra hegemónica”.
(b) Para el rabino, el mal es la omisión del bien; ser malo, no es sólo hacer el mal, sino también no hacer el bien. Aquí camina junto a Martin Luther King quien decía: “Nuestra generación tendrá que arrepentirse no tanto de las malas acciones de la gente perversa, sino del pasmoso silencio de la gente buena”. Si Luther King camina a su derecha, Einstein lo hace a su izquierda: “La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”.
Por eso, Bergman advierte que este libro está dirigido a todos los ciudadanos, pero principalmente “a los que teniendo sus necesidades básicas satisfechas permanecen ausentes de lo público”.
(c) En una Argentina en la que los hechos parecen haber vencido al derecho, Bergman cree que “un buen comienzo para revisar qué nos pasa y por qué nos pasa, es volver a los textos y verbos fundantes de nuestra Constitución”.
¡Qué cerca está del filósofo Carlos Nino, quien enumeraba la anomia (o sea, una vida sin respeto a la ley) como uno de nuestros grandes males!. Hay que volver, pues, a la fuente.
(d) Pero esa fuente no debe ser vista como un simple documento. Bergman enseña con razón que la Constitución no es un documento, es un proceso. La acción de constituirse, dice, es cotidiana; y por eso, nos propone descongelar las instituciones; desfosilizarlas.
Esa tarea exige hacer. Y ésta es la gran obsesión del autor, que rememora inmediatamente dos famosas y enfáticas frases; por un lado, el casi mandato ortegueano: “Argentinos, a las cosas”; por el otro, el imperativo de Roosvelt, que frente a la terrible crisis económica, pronunciaba sólo cuatro palabras: “Algo hay que hacer”.
Bergman empieza llamando a una masa crítica de la sociedad argentina con ganas de “hacer algo” y nos dice que “lo verdaderamente humano es tener conciencia activa, o sea, hacer un ejercicio continuo de reflexión sobre lo que sucede, pero fundamentalmente, sobre lo que hacemos. Es la idea según la cual “un hombre, cuando muere, es lo que fue y lo que hizo; y así se lo conoce para siempre”. La civilidad de lo humano, pues, no se declama; se sustenta “en la práctica de lo que somos con lo que hacemos. Somos civilizados si hacemos civilización; somos buenos si hacemos el bien; somos justos si hacemos justicia.
(e) Para comprender cómo las virtudes ciudadanas están en nuestra constitución, Bergman nos regala un glosario de los valores positivos y negativos, a los que llama virtudes y pecados capitales, pero esta terminología no tiene significación religiosa sino cívica.
De ese glosario he elegido algunas voces que engarzan en esta obsesión por el hacer; la opción es interesada, porque la obsesión por el hacer marca a todos los mendocinos, una tierra que se hizo con el esfuerzo cotidiano.
Tomo el valor coherencia, precisamente, porque como dije al comienzo, son las obsesiones las que nos dan coherencia. Coherencia, dice el rabino, es ser en el hacer. Es claro, no hay mayor incoherencia que declamar una cosa y hacer otra.
Rescato también la voz elección. “Es mejor elegir y equivocarse que omitir la elección”. La elección aporta a la superación, y esencialmente, dice, “es un acto de optimismo”.
La lealtad es mantener el pacto, “el compromiso de aquello que el sujeto asumió que iba a hacer”; esa lealtad nos impone ser valientes, o sea, avanzar aunque se tenga deseos de abandonar; mantener el rumbo fijado; probar cosas nuevas y enfrentar situaciones difíciles; volver a intentar y hacer lo que creemos correcto, aunque otros no nos acompañen. Por el contrario, la pereza deja pasar la vida como oportunidad de transformación. El perezoso, por no hacer, deja pasar las opciones que la vida le ofrece
Termino con la inteligencia, que no equivale a conocer todas las respuestas, sino a encontrarlas. Es que como dice un autor italiano (Arnaldo Momigliano) “enfrentamos un futuro en el que las respuestas ya no son ni serán las mismas porque, a decir verdad, nos han cambiado la mayoría de las preguntas; en la ruta del futuro, lo que viene no siempre se parece a lo que se ve en el espejo retrovisor, por lo que debemos aprender a convivir con la desproporción entre las preguntas inteligentes que somos capaces de formular y las respuestas plausibles que somos capaces de dar”.
Por eso, Bergman dice: “Creatividad e inteligencia son también necesarias para afianzar la justicia, desde que ante situaciones y contextos cambiantes, necesariamente debe haber una acción creativa para entender cuáles serían los parámetros de justicia en este presente. La ley de la justicia, en contextos dinámicos, requieren reinterpretación constante”. Aquí las ideas de Bergman se entremezclan con las del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que manda hacer una interpretación dinámica, para que los textos no caigan en la obsolescencia
La segunda parte del libro está dedicada al análisis del preámbulo; Bergman invita a una re-lectura del preámbulo, ese documento que en el colegio aprendimos de memoria, sin tomar conciencia de todo lo que encierra. En esta parte aparece otra obsesión: el pacto.
Un pacto implica la existencia de otro con quien hay que sentarse a conversar. A su vez, el pacto es la formalización de la confianza. Ambas partes saben que deben sostener lo pactado, no teóricamente, sino con hecho concretos.
Esta idea da base o fundamento a la primera frase del preámbulo: Nos los representantes........Para Bergman, en la representación se comparte un pacto, una construcción, un destino común. La justicia en la representación empieza, antes que nada, porque el pacto de representación es la ley y un primer acto de justicia es que el representante y el representado cumplan con los derechos y obligaciones que la ley impone. El preámbulo rememora que texto nace “en cumplimiento de los pactos preexistentes”, y esta circunstancias se une a la noción de justicia. “Lo justo en un pacto es cumplirlo; lo injusto es no cumplirlo; si lo pactado resulta injusto para alguna de las partes, necesariamente, hay que repactar. Cuando un pacto se rompe, se instala la injusticia. Ninguna de las partes debe hacer justicia por su propia mano; todo debe ser dicho al momento de pactar; por lo tanto, el trabajo posterior es cumplir con lo pactado. Por eso, no es sólo cuestión de firmar el pacto, hay que sostenerlo en cada ocasión”.
El preámbulo enumera varios objetivos: constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad
Cabe detenerse en “promover el bienestar general”, no sólo porque hoy está tan abandonado por las políticas públicas que se desentienden de la minoridad abandonada, de los ancianos y discapacitados carenciados, etc., sino porque nadie espera leer en la parte dedicada a este objetivo lo que aquí se encuentra. Al hablar del comienzo y del fin de la vida dice: “Siendo sagrada la vida, debe cuidarse su dignidad, y al mismo tiempo, como garantía del Estado, debe establecerse un debate republicano que haga la diferencia, pues despenalizar no es necesariamente habilitar indiscriminadamente. Todos y cada uno de los temas que hacen a un debate ciudadano, se acuerde o no con estas posiciones, deben orientarse a una cultura de respeto por el disenso, la libertad de conciencia y la aceptación de los mecanismos que la democracia republicana establece para que las nuevas generaciones vean en nuestra Constitución un espacio de debate”.
La última parte del libro es la propuesta, el desafío, cómo operar un cambio sociocultural. Como el lector imagina desde las primeras páginas, el proceso de cambio es esencialmente educativo, pero ese proceso sólo será posible, dice el rabino, desde la ejemplaridad. Por lo tanto, es necesario instalar modelos referentes que reflejen en hechos concretos la teoría de los valores; es decir, individuos que traduzcan los valores en prácticas
En ese proceso, se nos impone pasar de lo privado a lo público, entendiendo por público aquello que uno puede compartir con el otro abiertamente. Aquí Bergman camina al lado de Habermas y toda su doctrina de la democracia participativa. “Quedarse solamente en lo privado implica que lo público opere aisladamente y según sus intereses y conveniencias mientras que los ciudadanos permanecen privatizados”. “Para vivir en un país hay que tener vida privada y vida pública. Hoy en nuestro país no hay vida pública; sólo hay vida privada que usa de lo público”.
Bergman no aconseja hacer catarsis con las cacerolas; tampoco sugiere que los partidos políticos deben desaparecer; por el contrario, un partido político, dice, es un lugar de llegada, no un punto de partida. Hay que usar para lo público los mismos estándares que usamos para lo privado, y los referentes deben dar este paso ya. Impulsa, pues, a un cambio de paradigma, no el de la política ideal, sino el de la política posible, y esto comienza con la participación. ¿Participar dónde?¿Cómo? Como estamos enfermos de la falta de control, Bergman nos convence que la tarea es controlar, auditar, teniendo a la ley como reaseguro. “Nos faltan ciudadanos; hay que trabajar, hay que hacer; la transformación sólo se producirá con gente; gente con gente haciendo cosas”.
Y en esta propuesta, el autor se une a Héctor Tizón, juez y literato, cuando en su libro Tierra de frontera afirma: “Todo está en el hombre común, así como la música está en un instrumento, pero es necesario que lo toquen”. Bergman nos invita a todos a tocar el instrumento que mejor conocemos y a formar una gran orquesta de ciudadanos. Ojalá suene bien.
martes, 5 de agosto de 2008
lunes, 7 de julio de 2008
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